martes, 28 de septiembre de 2010

Conversaciones con famosos: Johny Deep

De anécdotas con personas del mundo de la fama, me han sucedido bastantes. Lógicamente, no todos son amigos y ni mucho menos íntimos, pero si conocidos que en situaciones, como suele ocurrir cuando saludas a alguien por la calle, te enzarzas en una mínima conversación. En cambio, algunas de estas personalidades mediáticas, sí que confiaron en mi algo más que migajas dialécticas.

Así a bote pronto, recuerdo una conversación con Johny Deep, tomándonos un par de cervezas y unas bravas en un pequeño bar de Barcelona, en que me confió observaciones que le tenían un tanto preocupado por aquel entonces. -Ostias Dani, es que a veces le doy vueltas y no creas, me asusta mi nombre y apellido, me da mal rollo-. Se mostraba el bueno de Deep algo angustiado porque su propio apellido, "Deep", podía parecer, según se pronunciaba, un "descanse en paz (d.e.p.)". Y claro, "Johny Dep", así dicho seguido, no le hacia ni pizca de gracia. Tenía la sensación de que las personas deseaban su muerte. Claro, que yo sencillamente le comenté que era una coincidencia, que no debía darle más vueltas. - Ay Johny, Johny, no les des más vueltas. Es sencillamente la sonorización de tu nombre, nada más. Has hecho demasiadas películas con Tim Burton y eso también puede influir en esas idas de olla; deberías hacer alguna comedía, tipo Agárralo como puedas, y alejarte durante una temporada de esos filmes.-
Después se hizo el silencio. Ninguno de los dos dijo nada. Johny se quedó pensativo, y seguidamente agarró su jarra de cerveza, como si quisiera calmar su angustía tocando aquellas gotas frías que se deslizaban con suaves contorneos hasta chocar contra la mesa. Bajó la mirada, respiró con fuerza y decisión, y me miró fijamente. -Thanks- me dijo, con una sonrisa tímida, como un esbozo en una hoja de papel.

En un mail que recibí hace unos meses, Johny me recordó aquella conversación y me aseguró que estaba muy agradecido por mis palabras, y que le habían ayudado mucho. Pues de nada Johny, de nada.

jueves, 23 de septiembre de 2010

El rebufo

En el metro, en la calle, en el supermercado, en el trabajo, en casa, en la discoteca, en el bar del Vicente, que es donde va la gente, o donde sea. Cuando menos te lo esperas, siempre está el rebufo, el resoplo; ese contundente aire que te golpea inesperadamente y te transporta a un mundo de olores totalmente prescindibles. El "buuuuuffff" más desagradable e inoportuno. Y es que, ¿quién no lo ha sufrido?

Estás en el metro, te has levantado cuando Dios aún no ha puesto las calles, y tienes que ir a trabajar. Tu cara es de circunstancias, el ánimo y la alegría aún no se han despertado; duermen plácidamente mientras tu cuerpo ya está runruneante. De golpe se abren las puertas, y entra un tipo sudado, impetuoso, y sin mirar si pisa tu pie o te golpea la mano. Se gira, se sitúa en frente de ti, y coge aire. Las dos caras enfrentadas; tu pequeño espacio ahora es más minúsculo. Y cuando aún estás haciéndote a la idea que irás más incómodo, y que un desconocido te ha desquebrajado el poco bienestar que te quedaba, el tipo hace: "buuuuuufffffff..."
El aire sale disparado de su interior y golpea contra tu rostro; el café de la mañana, el cigarro de antes de coger el metro, y una ligera mezcla de olores indescriptibles, penetran en tus sentidos. Que asco, seamos sensatos. Que asco. Entonces, el tipo ya se relaja, y se queda tan pancho.

Hijo de puta.

martes, 7 de septiembre de 2010

A comer

¡Ricardo, llama a tu hermano que está en la habitación y dile que la comida está lista! Venga va, que esto se enfría y no vale nada. ¿Me oyes? ¡Ricardo, que llames a tu hermano! Ay, estos niños, de verdad, no sé como no me vuelvo loca. ¡Que después no queréis comer porque se os ha quedado frío! ¡Ricardo...!

[...]

Leñe, si no te quiere contestar abre la puerta, que no sé que leches hace ahí en su habitación tanto rato con la puerta cerrada. Ya ves tu, que estáis muy mal acostumbrados, hacía yo eso con mi madre y me giraba la cara de un guantazo. ¡Va venga, ábrele la puerta y dile que venga! Ay el niño, que miedoso, que no te va a hacer nada, que tu mucho quejarte pero después eres el primero en buscarle las cosquillas. ¡Ricardo! ¡Avisa ya a tu hermano coño! Que tengo aquí la sopa y las cocretas que ya no sé como decíroslo. ¡Venga ya!

[...]

Ay Ricardo, hijo mío, mira que eres tonto, ¿eh? Para lo que quieres, porque para otras cosas eres el más listo de la clase... Anda, anda, cazurro, déjalo, que ya le aviso yo, que a este paso en vez de comer váis a tener que cenar. ¡Tu siéntate ya en la mesa y no te muevas! ¿Me oyes? Va, venga. A ver, ¡Carlos! ¿Que coño estás haciendo que lleva tu hermano llamándote hace media hora? ¿Carlos? ¿Que te crees que soy tonta? Venga y no te hagas el dormido, que soy tu madre y te conozco como si te hubiera parido. Que se enfría la comida. ¡Carlos!

[...]

¡Rápido! Por favor, por favor... ay, que nervios, por favor, joder, que el niño no me respira, que está encima de la cama parado... ¡Una ambulancia por favor, una ambulancia!